martes, 19 de noviembre de 2013

La celebracion

Si las almas fueran eternas, o los espíritus recordaran lo que aprendieron, seriamos una gran acumulación de entendimiento en el transcurso de los tiempos.
Lo que los primeros habitantes llamaron dioses, presencias antiguas, entidades de los lugares mas viejos.
Lo que los primeros habitantes llamaron conocimiento (en el misterio de los ojos del yaguar, en el silencio de la víbora, en el baile de las medusas, en la agilidad de los monos o en los ojos infinitos de los lobos)
Si nuestras almas fueran infinitas, nosotros seriamos los primitivos que (sin saber) andan y se cruzan y se sueñan y se aprenden y se disfrutas y se presienten.
Si nuestros espíritus recordaran en una plano distinto al de la memoria de nuestra mente, en un plano mas intimo a lo instintivo, digo, si nuestros espíritus recordaran, quizá se reúnan bajo la música y la luz tenue a gesticular lo que el primer lenguaje les permitió decir: el grito primitivo lejos del habla y cerca de las constelaciones mas lejanas en las que nos vemos reflejados.
Si los primitivos se encontraran, celebrarían en una reunión nocturna -sin palabras ni explicaciones- sólo con miradas, celebrarían el encuentro, celebrarían estar juntos, celebrarían la vida, la noche, el misterio celebrarían. Celebrar también es estar perdidos y encontrarse con viejos (muy viejos) amigos.

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